lunes, 30 de mayo de 2011

TEXTO ENVIADO POR ISABEL DOMÍNGUEZ

Hace un par de años escribí estos pensamientos, después de leer el texto "LA NÁUSEA" de Jean Paul Sartre.
Ellos hablan de sentimientos, sobre el tiempo y los otros.


            Elegí el texto por movilizador, atracción a primera vista.
            Allí había algo que hablaba de mí. De mí hace mucho tiempo ya.
            Como no entenderlo yo estuve allí, y mucho tiempo. Un tiempo que se esfumó, un tiempo no vivido.
            Miedo al dolor, coraza protectora que nos pone en otra dimensión, a salvo de los demás. Antídoto provocador de mayores males, la soledad.
            Estar en el mundo sin estar. El mundo de los muertos vivos. Barrera invisible difícil de traspasar.
            Ansia de vomitar que produce "náusea", repugnancia, esclarecedora de un estado físico, existencial. Un interior que no se expresa, que no aflora. No visible para el observador no entrenado en comprender.
            "Bostezo", de aburrimiento y hastío, lugar donde no ocurre nada.
            El tiempo pasa lento e igual.
            Los acontecimientos no son vividos, son observados. Nos dejan paralizados en un espacio y tiempo reducido y eterno, del que pocas veces nos queda registro.
           El espejo nos devuelve una imagen desconocida. "La cosa gris"...no soy yo, no me reconozco. La pérdida de sensibilidad transformada en máscara, refugio contra el miedo, miedo a la desilusión, al desamor, a la ingratitud, a ser juzgado, a sufrir.
          Ocultamiento que nos vuelve invisibles o desagradables, ya no nos ven, alejados del sufrimiento, del sufrimiento del mundo. El rostro de los demás aparece frente a nosotros, se dejan ver. Tienen sentimientos, se comprometen. Viven.
         Soledad, dolor sin consuelo, soledad interior, imposibilidad de mirarse en ningún espejo, soledad en la muchedumbre.
        Aunque queramos recuperarnos, el esfuerzo no es correspondido por lo que percibimos afuera. Nada interesante que nos despoje de las estructuras, que nos involucre. Tal la confrontación de lo que se ve y lo que se siente. Aceptación de lo exterior, fortaleza o debilidad interior.
         Pero allí aparece el detonante. "Lo que me despierta bruscamente es que pierdo el equilibrio", dice Sartre. La seguridad de lo incambiado desaparece y me tengo que reconstruír, aceptándome, cambiando, sin juzgamiento. Solo sintiendo. Construcción permanente de nosotros mismos, movimiento que nos provoca vivir.
        Nos cuesta comprender y más comprendernos, si ello lo realizamos en soledad.
        Necesitamos del otro, el otro me devuelve una imagen de mí, me da un motivo, me mantiene vivo, me legitima, habla de mí. Existo. Límite entre la vida y la muerte.
        ¡Que felicidad estar vivo! Pero vivo de verdad.


                                                                    Isabel Domínguez 

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